jueves, 6 de junio de 2013

Carta de una madre sobre la LOMCE

Carta de una madre sobre la LOMCE, publicada La Nueva España. Asturias

Hay algo que no acabo de entender en esta lucha que algunos mantenemos contra la LOMCE, y es la postura de indiferencia de una buena parte de la sociedad, como si esa lucha correspondiera a los profesores y no fuera algo que nos afecta a todos nosotros, al menos a los que somos padres de niños y niñas que estudian en centros públicos.

Porque, al menos yo, hay ciertas cosas que tengo clarísimo que no quiero para mis hijos:

- No quiero que se vean afectados por una ley que, ya en su declaración de intenciones, concibe la educación como medio para crear ciudadanos empleables y capaces de competir en el libre mercado. ¿Competir? Debo de ser muy mala madre, porque no quiero que mis hijos (hablamos de niños, no lo olvidemos) sean competitivos, sino solidarios.

- No quiero que tengan que pasar tres reválidas antes de poder acceder a la Universidad; reválidas llevadas a cabo, además, por agentes externos (como si sus profesores no fueran capaces de evaluarlos) y privados (desde luego, alguien se va a forrar con esta historia).

- No quiero que no sólo se mantenga sino que se aumente el dinero destinado a los centros concertados ni que se blinden los conciertos a los centros que segregan a los alumnos por sexo; sobre todo teniendo en cuenta que eso lleva aparejada toda una serie de recortes en la enseñanza pública.

- No quiero que la asignatura de religión que mis hijos no cursan sirva a otros compañeros para subir su nota media o para obtener becas.

- No quiero que el director de su colegio sea elegido a dedo por la Administración, ni muchísimo menos que éste tenga potestad para elegir o vetar al profesorado interino que vaya a dar clase a mis hijos, en función de sus propias filias y fobias y no de sus méritos profesionales.

- No quiero que mis hijos tengan menos horas (o ninguna) de filosofía, de música, de arte. Vuelvo a reconocer que debo de ser muy mala madre, pero prefiero que mis hijos aprendan a pensar y a sentir antes que a producir.

- No quiero que el número de alumnos por aula aumente, porque eso implicaría, inevitablemente, que mis hijos recibieran una educación mucho menos individualizada.

- No quiero que, en el caso de que mis hijos tengan en algún momento dificultades de aprendizaje, en lugar de recibir apoyos y refuerzos (que no van a existir) que les ayuden a obtener el título de Secundaria, se vean abocados a encaminar sus pasos al mercado laboral con menos de 15 años.

- No quiero que no puedan cursar la carrera universitaria que deseen por el simple hecho de no tener el dinero, ni la posibilidad de acceso a becas, para abonar las tasas.


Repito. No lo entiendo. El día 9 de mayo, miles de personas salimos a la calle para protestar contra una ley injusta, insolidaria, antidemocrática y antipedagógica. Deberíamos de haber sido millones. ¿O no?