Hay algo que no acabo de entender en esta lucha que algunos mantenemos contra la LOMCE, y es la postura de indiferencia de una buena parte de la sociedad, como si esa lucha correspondiera a los profesores y no fuera algo que nos afecta a todos nosotros, al menos a los que somos padres de niños y niñas que estudian en centros públicos.
Porque, al menos yo, hay ciertas cosas que tengo clarísimo que no quiero para mis hijos:
- No quiero que se vean afectados por una ley que, ya en su declaración de intenciones, concibe la educación como medio para crear ciudadanos empleables y capaces de competir en el libre mercado. ¿Competir? Debo de ser muy mala madre, porque no quiero que mis hijos (hablamos de niños, no lo olvidemos) sean competitivos, sino solidarios.
- No quiero que tengan que pasar tres reválidas antes de poder acceder a la Universidad; reválidas llevadas a cabo, además, por agentes externos (como si sus profesores no fueran capaces de evaluarlos) y privados (desde luego, alguien se va a forrar con esta historia).
- No quiero que no sólo se mantenga sino que se aumente el dinero destinado a los centros concertados ni que se blinden los conciertos a los centros que segregan a los alumnos por sexo; sobre todo teniendo en cuenta que eso lleva aparejada toda una serie de recortes en la enseñanza pública.
- No quiero que la asignatura de religión que mis hijos no cursan sirva a otros compañeros para subir su nota media o para obtener becas.
- No quiero que el director de su colegio sea elegido a dedo por la Administración, ni muchísimo menos que éste tenga potestad para elegir o vetar al profesorado interino que vaya a dar clase a mis hijos, en función de sus propias filias y fobias y no de sus méritos profesionales.
- No quiero que mis hijos tengan menos horas (o ninguna) de filosofía, de música, de arte. Vuelvo a reconocer que debo de ser muy mala madre, pero prefiero que mis hijos aprendan a pensar y a sentir antes que a producir.
- No quiero que el número de alumnos por aula aumente, porque eso implicaría, inevitablemente, que mis hijos recibieran una educación mucho menos individualizada.
- No quiero que, en el caso de que mis hijos tengan en algún momento dificultades de aprendizaje, en lugar de recibir apoyos y refuerzos (que no van a existir) que les ayuden a obtener el título de Secundaria, se vean abocados a encaminar sus pasos al mercado laboral con menos de 15 años.
- No quiero que no puedan cursar la carrera universitaria que deseen por el simple hecho de no tener el dinero, ni la posibilidad de acceso a becas, para abonar las tasas.
Tiene toda la razon, no se puede educar, o enseñar, solo para ganar dinero. Pobres niños.
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